Figura 1. Los fundadores de la Escuela Quirúrgica del Hospital Italiano. De izquierda a derecha los...

Figura 2. Dr. José Norberto Spera, presidente de la SACPER 1965-1966 y jefe fundador de Servicio de...

Nunca pensé que, así como había elegido la cirugía para volcar mi vocación de médico, con el correr de los años, y luego de haber finalizado mi residencia en el Servicio de Cirugía General del Hospital Italiano, me iba a encontrar ayudado de la mano de otro maestro el Dr. Enrique Beveraggi, al cual le debo mi dedicación al estudio, la perseverancia para encontrar los éxitos y la abnegación hacia el ser humano sufriente, mi verdadera y real vocación hacia la Cirugía Plástica (Figura 1).

Una mañana, mientras lo acompañaba en sus recorridas habituales, que como Jefe de Servicio realizaba prolijamente, me tomó del hombro y con la responsabilidad y el ojo del que ve más allá del hoy me dijo con voz paternal: “Manuel yo creo que ha llegado el momento para que te vuelques a lo que más te guste en esta profesión tan difícil de proyectarse”.

Sabiendo de mis escapadas al Servicio de Cirugía Plástica, que por ese entonces dirigía el Dr. José Norberto Spera, un prestigioso cirujano plástico, que se distinguía por sus excelentes resultados en Cirugía Reparadora, y consciente de mis obsesivas suturas que según mis propias palabras “eran el broche final para un buen concierto”, me empujó hacia lo que hasta hoy fue una importante parte de mi vida (Figura 2). Al mismo tiempo recuerdo allí a los Dres. Pablo Bellino, Luis Diodato y Pedro Mugaburu, que fueron amigos e influyeron en mi crecimiento personal.

Sé que es difícil empezar algo nuevo, pero aquel desafío sería a la postre el mejor regalo que me podía hacer a mí mismo.

Hoy a muchos años de aquel episodio, maduran las palabras de aquel querido maestro que, como un gran visionario, proyectó en mí la confianza requerida para ser exitoso en este mundo.

Ingresé muy prontamente al Servicio de Cirugía Plástica en donde como “el último orejón del tarro” comencé a aprender la difícil y digna tarea de la reconstrucción.

Seres sufrientes, deformados, por una mala jugada de la naturaleza, o por un accidente fortuito, en donde los genes, el fuego, o simplemente esos accidentes que nos depara el destino, se transforman en verdaderos verdugos de sus vidas, separándolos de la sociedad, haciéndolos deambular escondiendo sus rostros.

Es entonces cuando gracias a esta noble especialidad, ese individuo al recuperar sus rasgos, al encontrar un equilibrio armónico entre su cara y su cuerpo, al aceptarse frente al espejo, consigue estimular su autoestima perdida.

Por otra parte, la belleza de las formas, esa inalcanzable meta del perfeccionamiento, sería para mí el gran desafío del mañana.

Pero no debemos olvidar que vivimos en una era del trauma, una era de la destrucción que requiere reparación.

De nosotros será la responsabilidad para conseguir, mediante nuestras manos, y apoyados en Dios, remediar defectos, incluso leves, para quienes tienen toda su vida por delante.

Esta es mi historia donde me he dedicado con pasión a esta hermosa especialidad que me permitió no solamente curar físicamente y psicológicamente al ser humano y comprenderlo en su integridad, sino también otorgar esa dosis de felicidad para aquellos que depositaron su confianza en nosotros.

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Mi vocación de cirujano plástico

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