Ya, otra vez, ha pasado un año, y parece que fue ayer cuando nos deseábamos feliz 2015.
Lo importante es no haber perdido el buen hábito de hacernos preguntas, como, por ejemplo, ¿son compatibles una buena vida y una vida buena? Parece un juego de palabras, pero les recomiendo detenerse unos minutos para reflexionar.
Creo que lo que llamamos buena vida tiene que ver más con bienes materiales, que se ocupan de cifras, ingresos, servicios. Habitualmente con lo material, con el tener.
La vida buena en cambio consiste en tener proyectos coherentes, atractivos y llevarlos a cabo con amor, trabajo, cultura, respeto, amistad. El realizarlos con ética y moral, aunque parezca sencillo a primera vista sencillo, no lo es.
En general, es más fácil declarar valores que ejercerlos. Por eso vivir moral y éticamente es un gran desafío. Si se espera recompensa o reconocimiento, es especulativo.
Para actuar moralmente no hay que medir lo que hacen los demás, pues nos lleva a competir permanentemente, para la figuración social, dejando atrás los bienes colectivos, desvirtuando los valores, usando todos los medios para llevar a cabo los fines en un vale todo que enturbia todo lo que se lleva a cabo.
Uno de los desafíos más importante y difíciles que enfrentamos en nuestra vida es mantener, ante nuestra mirada interior, una cierta coherencia entre lo que decimos a los demás y el modo en que actuamos, pero el hacerlo es una elección individual e intransferible.
Todos tenemos tres caras: LO QUE PIENSO QUE SOY, LO QUE OTROS PIENSAN DE MI Y LO QUE REALMENTE SOY. La verdad sobre sí mismo. Si sabemos mirar, sabemos amar, y lo más importante es no dejar de hacernos preguntas.
MUCHAS FELICIDADES.

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